Todos tenemos rituales al usar perfume. Algunos se frotan las muñecas, otros guardan su fragancia en el baño y muchos deciden si un aroma les gusta o no apenas lo aplican.
Pero, según los expertos, varios de esos hábitos están más cerca del mito que de la realidad.
Aquí te contamos y desmitificamos varios de ellos:
Frotar el perfume: el error más común
Aunque parezca inofensivo, frotar las muñecas después de aplicar perfume es un gran error. La fricción genera calor y acelera la evaporación de las notas más volátiles, alterando la estructura original del aroma. Lo ideal es aplicarlo y dejar que se seque de manera natural.
El calor no siempre potencia el aroma
Otro mito frecuente es que el calor amplifica la fragancia. Si bien la temperatura corporal puede ayudar a que el aroma se difunda mejor, el exceso de calor puede modificar la forma en que evolucionan las moléculas aromáticas.
El rendimiento de un perfume depende de la humedad, la química de la piel y las condiciones ambientales, no solo del calor.
Juzgar un perfume en los primeros minutos
Los especialistas recomiendan paciencia. Las fragancias tienen tres etapas —notas de salida, corazón y fondo—, y solo después de un par de horas se revela su verdadero carácter.
¿Más caro significa mejor?
El precio no es garantía de duración ni de calidad: lo que determina el rendimiento de un perfume es su concentración (Eau de Toilette, Eau de Parfum, Parfum) y su composición química, más que su valor en el mercado.
Perfume en la ropa: una práctica con matices
Aunque aplicar fragancia en la ropa puede prolongar el aroma, no siempre es lo ideal. Los tejidos modifican cómo se percibe la fórmula y, en algunos casos, los aceites o alcoholes pueden dañar las fibras. Lo recomendable es aplicarlo directamente sobre la piel —mejor si está hidratada— para mantener su evolución natural y lograr una difusión equilibrada.
Cuantas más capas, más durará
Rociar en exceso no garantiza mayor duración; solo satura el olfato. La persistencia depende de la concentración de los aromáticos y del tipo de piel. Consejo: hidratar la piel antes de aplicar ayuda a fijar mejor la fragancia.
El perfume huele igual en todos
Cada piel es única. El propio olor corporal, la alimentación, el nivel de sequedad o grasitud de la piel e incluso la microbiota, influyen en cómo se desarrolla una fragancia. Por eso, el mismo perfume puede oler dulce en una persona y más amaderado en otra. No hay dos pieles ni dos perfumes iguales.
Hay perfumes de mujer y perfumes de hombre
En realidad, las familias olfativas no tienen género. Las categorías “femenino” o “masculino” nacieron del marketing, pero en perfumería se habla de florales, cítricos, amaderados, orientales o gourmande, sin distinción. Lo importante es cómo te hace sentir, no lo que dice la etiqueta.
En resumen… el arte de perfumarse combina ciencia, química y emoción. Y aunque los mitos pueden ser parte del encanto, entender cómo funciona realmente una fragancia permite disfrutarla más y hacer que ésta exprese todo su potencial.
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