La sinestesia es un fenómeno neurológico fascinante en el que los sentidos se entrecruzan. En vez de funcionar por separado, como normalmente ocurre, las personas con sinestesia experimentan una activación sensorial múltiple ante un solo estímulo. Por ejemplo, pueden «ver» colores al escuchar música, «saborear» palabras o «sentir» formas al oír sonidos. Esta experiencia no es una metáfora ni un recurso poético, sino una percepción real, constante y coherente para quienes conviven con ella día a día.

Desde el punto de vista neurológico, la sinestesia se explica por una conectividad poco habitual entre regiones cerebrales encargadas de procesar diferentes tipos de estímulos sensoriales. En algunos casos, estas conexiones cruzadas pueden permitir, por ejemplo, que un aroma desencadene una respuesta visual. Aunque aún no hay consenso absoluto sobre sus causas, se sospecha que existe una base genética y que es más frecuente de lo que se pensaba, especialmente en personas con una alta sensibilidad creativa.

Existen muchos tipos de sinestesia y no todos se manifiestan igual. La más común es la sinestesia grafema-color, donde los números o letras se perciben con colores específicos. También están la sinestesia léxico-gustativa (sabores asociados a palabras), la sinestesia auditiva-visual (ver colores al oír sonidos), entre otras. Estas asociaciones suelen ser constantes a lo largo del tiempo: si una persona asocia la letra A con el color rojo, lo más probable es que lo siga haciendo durante toda su vida.

Uno de los aspectos más fascinantes es cómo algunos sinestésicos pueden asociar olores con colores, formas o incluso palabras. Esto abre una ventana a una forma de percepción multisensorial en la que el olfato —uno de los sentidos más emocionales y ligados a la memoria— puede convertirse en puente hacia experiencias sinestésicas más amplias. Imagina oler jazmín y ver un destello dorado, o percibir el aroma del café y sentir una textura aterciopelada. Para quienes viven la sinestesia, estas conexiones son tan naturales como respirar.

Lejos de ser un trastorno, se considera una variante neurológica no patológica. Muchas personas sinestésicas desarrollan una fuerte conexión con las artes, la música, los sabores y, sí, también los olores. Esto ha captado la atención de investigadores, artistas e incluso de la industria sensorial, que ve en este fenómeno una oportunidad para explorar nuevas formas de comunicación multisensorial. Es una experiencia subjetiva y única que aporta una dimensión sensorial adicional, a menudo utilizada como fuente de inspiración creativa.

En un mundo donde tendemos a categorizar y dividir los sentidos, la sinestesia nos recuerda que el cerebro humano tiene formas inesperadas —y maravillosas— de procesar la realidad. Si alguna vez sentiste que los días de la semana tienen colores o que una canción te «sabe» dulce, podrías estar más cerca de esta experiencia de lo que crees.

 

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